11/08/2007

Todos sabemos que el comunismo no funciona

Es algo que está en el aire. Todo el mundo parece saberlo. Es así. El comunismo es una ilusión. Es una utopía que nos gustaría hacer realidad. Pero no podemos. La gente es egoísta. La gente no piensa más que en sí misma. No hay más que ver lo que pasa con los funcionarios. Las empresas públicas son un pozo sin fondo, donde caen millones y no sale nada. Todo el que sepa un poco de economía lo sabe. Pero yo no sé nada. Vengo a que me enseñen ustedes.

Vendrán l@s técnic@s y nos aclararán, cuando proceda, cuanto haya que aclarar sobre los hermanos Marx, Lenin y Carrillo - el de la peluca de rizos - y otros artistas que teorizaron y/o practicaron en temas relacionados con compartir, en principio de forma igualitaria, los bienes y servicios disponibles por una parte, por otra los trabajos y penurias (no se confundan los unos con las otras), en un grupo de personas. Sintámonos de momento libres de dejar volar nuestra imaginación, pues somos osados, hasta ver, si se me permite la locura, dos hermanas escardando una huerta. Ellas trabajan por igual y, cuando tienen sed, beben agua del botijo por igual. Es más, ellas van, unas veces la una, otras veces la otra, hasta la fuente a llenar el recipiente, que les fue dejado en herencia por su madre y, por lo tanto, pertenece a ambas al 50% - he aquí una concesión a aquell@s de mis amad@s lectores/as que son aficionad@s a la tranquilizadora exactitud de los números -. La casa, los productos de la tierra, la limpieza y la cocina, el dinero y las cuentas, amén de todo lo demás, comparten ambas a partes idénticas. He aquí la comuna más pequeña jamás habida.

Algún perspicaz lector o alguna avispada lectriz habrá pensado ya, con gran acierto, que no existe mérito alguno en compartirlo todo entre dos iguales, ya que, por el hecho de ser iguales, aún compitiendo acapararían ambas partes la mitad de aquello por lo que compiten. Con toda justicia se me hace esta objeción y yo la acepto. Debemos pues hacer, si queremos seguir por el camino iniciado, de nuestra imaginaria comuna inútil una comuna de diferentes. También combiene, en mi opinión, hacerla mayor, ya que formar una comuna de dos personas es algo que podría ser ridiculizado, por su parecido a un matrimonio - de los buenos, y no lo digo porque las personas de nuestra ficción tengan lazos de sangre -, y tachado de ejercicio vano. Así, he aquí que la comuna admitirá un nuevo miembro, hermano menor de nuestras fundadoras. El pobre hombre está incapacitado para ciertas labores, debido a que una malformación de la columna vertebral le tiene postrado en una silla de ruedas. Además, para que nuestr@s más exigentes amig@s se sientan satisfech@s, una condición genética le impide desarrollar actividad intelectual más allá del 20%, pongamos por caso, de la que es capaz cualquiera de sus hermanas. Es pues nuestro nuevo miembro un receptor neto, mientras que sus hermanas son donadoras netas, si se me permite la falsedad, de la que tal vez trate en otro momento, de equiparar el trabajar a un acto totalmente donativo y el consumir los productos del trabajo ajeno a un acto totalmente receptivo.

Bien. Una vez más mi natural romanticismo me impulsa a creer que nadie concibe ninguna razón por la que nuestra comuna debiera funcionar mal en ningún modo. Las hermanas trabajan y disponen de forma similar, el hermano es atendido debidamente y colabora en la medida de sus posibilidades, la desigualdad no ha podido deshacer esta familia. ¡Oh, no! Ahí está. Lo acabo de escribir. Hemos creado una familia, no una comuna. Efectivamente, la familia es la unidad constituyente de la sociedad. Una sociedad que funciona según dicta el egoísmo de cada individuo. Perdón, de cada familia. El comunismo sólo funciona dentro de la familia.

L@s más astut@s de mis lectores/as se habrán dado cuenta de que una de mis armas favoritas es la paulatina generalización de casos extremos. Se esperarán por tanto que les pida a todos ustedes que me perdonen por un error que he cometido. He de confesar que el tercer miembro de nuestra ficticia comuna no es el hermano de las otras dos miembros, sino su primo. De hecho, es su primo tercero. Bueno, un amigo de su primo tercero, el que murió en la guerra. Bueno, eso dijeron a los vecinos, pero en realidad se lo encontraron hace unos años abandonado en la fuente... ¿Sigo? ¿Hasta cuándo? ¿Dónde han dejado ustedes de creer en la viabilidad de la familia, si es que lo han hecho? ¿Se imaginan un proceso parecido añadiendo más y más miembros? ¿Cuándo dejaría la familia de ser tal, pasando a ser una comuna? ¿Cuándo dejaría de funcionar?

Ruego me permitan parar aquí, ya que las posibilidades son infinitas, a mi entender, y soy partidario de dejar los análisis profundos al debate y no a la mera exposición por parte de una sola persona. Creo que mi inquietud ha quedado suficientemente expuesta. A partir de aquí, prefiero que cada uno reflexione por su cuenta, como yo hago por la mía. Eso sí, me gustaría muchísimo que compartieran ustedes sus ideas, comentarios, recomendaciones, lo que quieran, con este humilde autor que les agradece profundamente su atención.

Muchas gracias.

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