28/12/2009

Me dicen que algo ha pasado

Parece ser que estamos tod@s en la ruina, por lo que se me dice. Y digo yo que un@s más que otr@s. Yo personalmente no noto mucha hambre, todo hay que decirlo, aunque sé de gente que tiene problemas para encontrar un trabajo de mileurista, que le llamábamos en su día. Otr@s también conozco que están de enhorabuena con eso de que les bajan las cuotas de la hipoteca, o que se quedan a vivir con sus queridos papás unos años más porque no ha habido manera de sacarle a la caja de ahorros ni para el piso de protección oficial que les había tocado; que los hay con suerte graciosa también.

A mí me parece que tampoco se puede hablar de tragedia, así en general, pero supongo que l@s habrá que disientan y/o se caguen en mis muelas porque, si me hubiese tocado la paja más corta como a ell@s, seguro que algo, algo, sí que me jodería. Pero bueno, el cataclismo que se nos vende en los periódicos tampoco será. Además, el índice de eyaculaciones mentales por minuto en las tabernas del mundo ha debido de ascender a cotas inéditas, en relación directa con las oportunidades para utilizar frases del estilo de ‘ya lo venía diciendo yo’, ‘se veía venir’, ‘era imposible que no pasara’ y otras fórmulas intelecto-mastubativas/torias/ntes/doras/dores; lo cual creo yo que bien vale unos miles de puntos del IBEX35 y hasta del EUROSTOXX si me apuran.

En cualquier caso, la culpa se la han echado un@s a otr@s en repetidas ocasiones y de diversas maneras, hasta llegar a un acuerdo mayoritario de momento. La culpa es de l@s banquer@s y sus sucedáneos, que se han olvidado de preguntar a quién le prestaban los duros, las llaves de su casa (la de ustedes, no la de ell@s, que eso está por ver), la ficha médica de su señor/a y el número de teléfono de su primogénit@ (ídem paréntesis anterior). Lo que es seguro es que todo indica a que tiene cojones la cosa, los que queden después del descojono que ha sido el tema – no se pierdan el nombre del fondo de inversión, o como le hayan llamado al engañabob@s-con-mogollón-de-pasta, de Mr. Botita, ‘Optimal Strategic Fund’, que el tío le pasaba sin más a un ‘hedge fund’ (me lo busquen ustedes este palabro en la wikipedia solit@s, que yo me estreso poniendo linkes) de los Estados Undostres de América y lo que se tercie -.

Lo buenos que son los bancos me lo explicó una vez un tal Paxi, con el cuento del orfebre. Se ve que los orfebres sabían en su día guardar el oro mejor que l@s demás, se entiende que por la práctica más que por otra cosa, así que algun@s de l@s que tenían más del que les hacía falta llevar encima empezaron a pedirles que se lo guardaran. Por aquel entonces no debía de estar muy bien visto eso de los intereses, a los que se consideraba en cualquier porcentaje usura, pero habría de todo en la viña del señor (que también me dicen que hay un señor suelto por ahí que tiene una viña grande o algo así). El tema es que más pronto que tarde se le debió de ocurrir a algún orfebrillo prestarle el oro de l@s demás a otr@s demás, l@s cuales pagaban a tercer@s demás que le daban el oro al orfebre otra vez, para que se lo guardase, con lo cual la historia comenzaba de nuevo. Así, de cada onza de oro se hacían varias transacciones comerciales, por lo que en el mercado se regocijaban y no había que preocuparse demasiado porque el oro fuese algo más bien escaso. Total, que el orfebre se convirtió en banquero y se dedicó, en lugar de orfebrear como hasta entonces, a prestar y tomar prestado y apuntar en papelitos en consecuencia, un negocio en el cual tradicionalmente y como parece lógico por la yuxtaposición, se han amasado grandes fortunas.

El arte de la contabilidad y las finanzas ha evolucionado mucho desde que se le cayó el pelo al señor del cuento, pero esto es ‘economía para tont@s’ (y aunque no lo diga en ningún sitio, también de tonto) y entenderlo todo bien nos podría llevar hasta el día del juicio final (que es eso de cuando el actor que hacía de pianista judío se volverá a dejar la barba y se pondrá en plan los que no tengáis sífilis por algo será), así que les pido a ustedes que se conformen con lo dicho o nos ilustren por medio de los comentarios más abajo disponibles a l@s habilidos@s internautas. Mientras tanto yo voy a seguir haciendo el ridículo con mi historieta basada en un montón de gente prestándose dinero y apuntándolo en papelitos.

Según lo veo yo, un banco es como una panadería en la que, sin entrar al misterio del huevo y la gallina, se toman harina y agua y cosas de hacer pan y se hace y distribuye pan entre aquell@s a l@s que les hace falta el pan por lo que sea, a cambio de lo cual se recibe dinero que se utiliza para sostener la panadería, hacerse con más harina y agua y cosas de hacer pan y supongo que ya entienden ustedes el ciclo al que me refiero. Evidentemente, el sustento de l@s panader@s entra dentro de los gastos de la panadería, al igual que el sustento de l@s banquer@s entra dentro de los gastos del banco, que por lo demás se dedica a tomar dinero prestado y a prestar dinero. Aquí algún/una puritan@ se me echará al cuello y me dirá “¡no! En tu idea de banco hay una diferencia fundamental con respecto a tu idea de panadería. No son lo mismo, porque en tu panadería se les añade valor a la harina, el agua y demás productos, al transformarlos en pan que será comido con gran placer, mientras que en tu banco al dinero no se le añade valor alguno (espero que ya gente que vaya a tocar las narices con respecto a esto último no haya leyendo, que es@s deberían estar con algo para list@s y esto se les queda pequeño)” Ahí quería llegar yo.

En mi banco sí que se le añade valor al dinero (que no se suicide nadie que no me refiero a que paga intereses por los depósitos). Un fajo de billetes de curso legal debajo de una almohada es transformado por mi banco en un depósito menos vulnerable que el fajo original a la inflación (los intereses van aquí), l@s familiares con problemas de drogas, los desastres hogareños, l@s perr@s con tendencias mordisqueantes, los cacos (el femenino de este sustantivo lo dejo al albedrío de l@s lector@s) y demás posibles amenazas con diversos grados de obviedad. Es más, mi banco proporciona crédito a aquell@s a l@s que les hace falta por lo que sea, a cambio de lo cual recibe dinero que utiliza para sostener su actividad, en la que se incluye por supuesto el sustento de l@s banquer@s. Habrá por supuesto quien sea partidari@ de guardar su dinero sin pasar por el banco y de pedir prestado a sus parientes y conocid@s. Esto es tremendamente respetable, igual que hacer pan en casa en vez de comprarlo en la panadería, lo cual no quita nada del argumento arriba expuesto.

Además, al igual que la sociedad es capaz (no siempre) de beneficiarse del hecho de que l@s panader@s les hagan el pan a l@s demás, mientras ést@s se pueden dedicar a otras cosas de provecho (y aquí podrían discutir entre ustedes cuánt@s de ídem hacen semejante cosa), es también muy útil que l@s banquer@s les presten dinero a quienes lo necesitan para, por ejemplo y dándole una vuelta de tuerca más al problema ovo-gallináceo de antes, abrir una panadería.

Por lo tanto, la labor del(a) banquer@ es exactamente la del orfebre del cuento de Paxi, solo que él/ella no hace además joyas para que la gente vaya por ahí tirándose el pisto: por una parte, custodiar el dinero mejor que el mullido colchón y, por otra, multiplicar los panes y los peces. Es una labor ardua, por la aparente contradicción entre guardar duros y repartirlos, pero montañas de años de exitosa actividad bancaria sugieren que es relativamente esperable tener pocos sobresaltos en este juego. Y sin embargo, ¡o sorpresa!, no solo se ha descuidado la caja (que no les engañen los números en sus libretas, que se sostienen, de momento, gracias a sus aportaciones de ustedes y las mías, pasadas, presentes y futuras, a las arcas del estado) y se ha prestado sin ton ni son, sino que después se ha pasado a no prestar nada de nada, porque nada había, descuidando a los hambrientos comensales. Y cabe preguntarse: ¿por qué, con todo lo que han estudiado est@s señor@s, han estado dilapidando nuestros ahorros y repartiéndolos a diestra y siniestra para que nos comprásemos pisos que no nos hacían falta, teléfonos móviles con ziritione que no sabíamos usar, vacaciones en las antípodas que resultaron mucho peores que la tradicional chuletada en el pantano del pueblo, coches que no nos cabían en el garaje y tenían la autonomía justa para ir de gasolinera en gasolinera por la autopista, televisores gigantes con olor-visión y cualquier otra chorrada que se nos ocurriera?

Si lo preguntan por ahí les dirán l@s de siempre, que todo lo saben, que no lo saben. Bueno, dirán que no se sabe, o que no puede saberse, o que la culpa es nuestra por coger prestado tanto dinero cuando somos unos miserables currelas sin futuro que perdieron el tiempo estudiando cosas inservibles en vez de convertirnos en trabajadores/as cualificad@s, que hacen falta no sé cuántos millones en los próximos diez años, a ser posible sin seguridad social (la famosa y malvada SS), dispuest@s a ser despedidos y recontratados con veinte minutos de preaviso (que flexiseguridad me suena raro, que soy muy de pueblo), siempre agradecid@s y con cuidado de no hacerles daño con los dientes en el glande o labio mayor, que lo tienen delicado. Otr@s, malpensad@s ell@s, les hablarán mal de los primeros, y dirán que es cosa suya, que todo es un plan para que acabemos sin SS, flexiasegurad@s y sexualmente explotad@s, tras ser debilitad@s en nuestros ahorros y en nuestras instituciones. Y tendrán razón.

Tendrán razón. Tenemos grandes y despiadad@s enemig@s en es@s señor@s a l@s que l@s antigu@s (qué curiosa es la prostitución de la lengua – que no con la lengua – que nos hace llamar antiguo a lo que no nos gusta y clásico a lo antiguo) llamaban capitalistas. Cegad@s como están por la avaricia, actúan con el único objetivo de hacer dinero del dinero, de hacer rentar al capital, sin darse cuenta de que el robo, el asesinato, la opresión y el engaño son algo más que medios eficientísimos de hacerse con rentas. Ahora bien, ¿quiénes son est@s misterios@s capitalistas? ¿Son acaso seres extraterrestres, ajenos a la naturaleza humana, venidos a cosechar nuestro esfuerzo y sembrar la miseria entre nosotr@s, para luego, tras destruir nuestro planeta, avanzar hacia el siguiente como una plaga de langostas comedoras de ratas con tentáculos? ¿O son hij@s de Dios, hech@s a su imagen y semejanza, solo que por sus venas corre sangre más limpia que por las nuestras, en algunos casos incluso azul, de manera que les ha sido concedida una posición de privilegio y la sabiduría necesaria para satisfacer al Padre castigando con duros trabajos nuestros pecados, originales o adquiridos? Permítanme que me ría cruelmente de la estupidez de tod@s aquell@s desgraciad@s que no se dan cuenta de que capitalistas y víctimas somos (pónganme a mí y pónganse ustedes en el grupo que mejor nos haga) iguales en todo, únicamente separad@s por elementos puramente circunstanciales y, si me permiten, por nuestras acciones. ¡Somos nosotr@s! ¡Capitalista no se es, capitalista se hace!

Entonces, ¿qué extraño insecto malnacido ha picado a est@s señores/as banquer@s para que hayan obrado de forma tan irresponsable y desastrosa, si es que no tenían interés en provocar acontecimientos de ninguna relevancia socioeconómica, más allá de comprarse un chalet o enviar a sus hij@s a Harvard? A mí me parece evidente que el problema es que se les ha olvidado que tenían que hacer pan. Se han dedicado a pensar cómo vender la mitad por el doble, en lugar de ocuparse de amasar (la harina y el agua, no el dinero, que eso sí que han amasado much@s), cocer, barrer la panadería de vez en cuando, pagar el alquiler del local, dar conversación a l@s señores/as mayores (que para eso también tenemos a l@s panader@s) y, en general, hacer su trabajo. Sin ningún lugar a dudas, en cualquier actividad económica, la planificación y organización del negocio para tratar de asegurar su viabilidad a corto y largo plazo, incluido el sustento y el ahorro de l@s artífices, es imprescindible. Sin embargo, el desarrollo de una actividad económica debe siempre tener el objetivo de realizar una actividad económica (lo cual no parece ser tan obvio como queda claro al decirlo así), ya sea hacer pan y venderlo, poner comidas en un bar y cobrarlas, guardarle los cuartos a mi abuela y darme a mí una hipoteca para que emancipe a mis padres, enseñar educación física en un instituto público y cobrar un sueldo, dar asistencia técnica a los clientes de una compañía telefónica y cobrar medio sueldo o tocar el saxofón en el metro de Barcelona y poner la gorra. Ni siquiera l@s más devot@s de Adam Smith pueden argumentar que ‘the wealth of nations’ se crea robando carteras, pero robar carteras es lo que hacen tant@s y tant@s héroes/inas de nuestros días (y de todos los demás, diría yo). Robar carteras, porque sacan su sustento (y su masa de amasar en muchos casos) de la nada o, peor aún, de entorpecer, cuando no verbos peores, las actividades y prosperidad de l@s demás, prosperidad siempre creada originalmente mediante actividades muy diferentes del hurto.

Por lo tanto, ocúpese cada un@ de nosotr@s de su respectiva actividad, cuidados@ de que sea viable a corto y largo plazo y asegure el sustento y el ahorro de sus artífices, para que ésta sea llevada a cabo exitosamente, porque solo así será posible la prosperidad general y automática augurada por el padre de la economía política, emergente de la prosperidad de las actividades individuales. Olvidémonos de forrarnos, y de dar pelotazos, y actuemos de palabra y de obra contra l@s que tengan demasiada memoria.

No comments: